Otra mañana increíble para despertar con el “sonido del desayuno”. Una ducha rápida y salimos a disfrutarlo, esta vez pedimos algo más acorde aunque no me privé de un omelette –sin ajo-. Cuando viajo mi estómago me hace el aguante y también se pone en modo “holiday”, en casa no tenemos una buena relación y es probable que un desayuno así nos tenga durante días en una pelea “cuerpo a cuerpo”. Pero hoy me vienen bien energías extras para un día en Bali recorriendo la isla de los Dioses.
No tengo una razón pero nunca me gustó contratar guías, así como no me gusta tampoco contratar agencias de turismo. Será el SAAEL (Síndrome de Autosuficiencia Adquirida por Exceso de Lectura). Me gusta recorrer a solas e investigar mucho antes de ir a un lugar, leer, ver videos, informarme y después recorrer a nuestro gusto y tiempo los lugares que queramos, no me gusta que me apuren, no me gusta que me digan donde debo ir, soy la señora caprichos y punto.
Esta vez decidimos contratar un guía por dos días. Bali es muy particular, dicen que la mejor manera de recorrer la isla es en moto alquilada y se las ver por todos lados, pero mi espíritu aventurero no llega a tanto como alquilar una moto en un lugar donde a duras penas puedo hacerme entender en inglés y donde la gasolina se vende en botellas de vodka absolut o gaseosa o cualquier tipo de botellas. Hay estaciones de servicio (gasolineras) y solo tienen una marca, pero están en las avenidas principales y en el interior eso se complica. Por eso en cualquier camino se encuentran los vendedores con las clásicas botellitas.
Conducen por la izquierda, aunque no es tan grave. No existe ningún seguro para la moto, esto quiere decir “Rompe, Paga” –y si no rompe a veces también paga-. Los caminos no tienen nombre y no están en el mejor estado posible, son miles, todos entrecruzados con arroyos y ríos y andar con mapa es un chiste. No existen las reglas para conducir -cada uno tienen la suya-. No hay límites de velocidad –y si los hay no los respeta nadie- y fundamentalmente tanto Pepe como yo carecemos de un sistema de equilibrio en buen estado y no manejamos moto. Por eso alquilar una, para nosotros más que una aventura sería un intento de suicidio. Pero es el medio de transporte más habitual así que al que se anima ¡adelante!
La siguiente opción era un auto, por las mismas razones anteriores -salvo la del equilibrio, que para un auto lo tenemos controlado- tampoco era una opción para nosotros. Finalmente nos decidimos -a pesar de no gustarnos la idea- por contratar un guía durante dos días.
Suenden, así se llama el guía aunque también le gusta que le digan “Lopez” su nombre artístico en español. Nosotros habíamos contratado hacía dos meses a un Wayan Adi quien estaba muy recomendado, pero al parecer Wayan nos había mandado al primo López porque estaba “ocupado” y eran un “equipo” así que a las 8:20 hs. el primo López ya estaba paradito en la entrada esperándonos.
Yo tenía un plan armado de los lugares a los que quería ir, había leído mucho y me había costado armar un itinerario para ver lo que mas nos interesaba en esos días. Hay mucho muchisimo para ver en Bali y no es una isla tan pequeña como parece ademas de que llegar de un lugar a otro no es tan simple como en otros lugares.
Suenden empezó a hablar sin parar en un excelente español y nos explicó porque no se podía hacer lo que tenia en mi lista. A pesar de estar casi completamente segura de que si era posible no me iba a poner a discutir con el simpático Balines que bien conocido se tiene toda su isla y que ademas íbamos a tener que compartir casi 48 hs seguidas.
Nos miramos con Pepe y nos entendimos perfectamente en un “Listo que nos lleve a donde quiera, estamos en Bali” y así fue que al primer lugar donde nos dice de ir es a ver la “Danza Barong” una danza tradicional balinesa muy antigua, ni siquiera teníamos opción de negarnos. En el camino Suenden no paraba de hablar y explicarnos cuestiones de su cultura y su país. Con eso estaba encantada era exactamente lo que quería, hablar con alguien que me contara de su vida. Ya me estaba pareciendo mejor la idea de haber contratado a un guía, aún si me llevaba a donde se le antojara.
Después de un camino medio largo pero ameno, viendo la vida en el interior de Ubud, la gente, las casas, los campos, los pueblos o aldeas que se cruzan, llegamos a un “lugar” no sabría como definirlo pero seria una mezcla entre templo y anfiteatro, esta ultima parte se notaba hecho totalmente para el turismo y que le daban a los guías su comisión por llevarlos a ese lugar.
Al principio me pareció un poco chocante esto de sentirme una turista que te llevan de las narices y te hacen desembolsar dinero en algo que no tenias pensado, pero Pepe se toma las cosas de otra manera y estaba disfrutando y a mi me habían dado ganas de ver la danza. Nos sentamos en los banquitos y disfrutamos del espectáculo que cuento con detalle en este post (La danza Barong).
Ya era casi mediodía, se tarda bastante en ir de un lugar al otro y el siguiente lugar al que íbamos era Goa Gajah (La cueva elefante) un lugar que no es el templo mas visitado de Bali, de hecho no lo teníamos en la lista pero a Lopez se le ocurrió llevarnos “de pasada” y nada podíamos objetar sobre si estaba de “pasada” o no hacia el siguiente templo que tampoco sabíamos cual iba a ser.
Goa Gajah resultó ser un lugar precioso que cuento en Los templos de Bali.
Y el siguiente fue Gunung Kawi, al llegar nos recibieron las tiendas de regalos y las mujeres queriéndonos vender vestidos y recuerdos, nosotros solo comprábamos agua. Me sentía deshidratada y cansada, mas de lo que debería ser normal. Era el segundo templo del primer día y lo peor se puso delante de mi vista, unas interminables escaleras que había que bajar pero que después había que subir.
Eran mas de 300 escalones, ya estaba sufriendo de antemano, las rodillas me sonaban con cada escalón y no podía entender que estuviera en tan mal estado físico. Durante la bajada aparecieron unas terrazas de arroz preciosas y Suenden nos expicó que pertenecían a varias familias que tienen su parte de tierra para el cultivo del arroz. El paisaje era precioso y me pidió que le sacara una foto “profesional” para poner en su pagina web que resulto en una linda foto para mi también.
Seguimos viaje hacia Tirta Empul y acá sí puedo decir que fue maravilloso, emocionante. Es muy subjetivo a veces hablar de lugares y decir cuan maravillosos son, siempre depende de cada uno, de lo vivido, de lo leído, de los recuerdos y de las fibras sensibles que se encienden con ciertos olores, gustos o vistas. En particular no sabría explicar que fue lo que se despertó en mi pero este lugar tiene un aire especial, espiritual, mas que otros templos y lugares que hay visitado. En particular de Tirta Empul hablo en este post (Los templos de Bali) pero puedo decir que me sentí bendecida de alguna manera.
A pesar de las aguas bendecidas de Tirta Empul cada vez me sentía peor, me dolían las piernas, la cabeza, me picaba la garganta y me costaba caminar pero todavía nos quedaba medio día por recorrer y no pensaba cancelarlo, respire hondo y seguimos.
La camioneta de Lopez era lo suficientemente cómoda y me había sugerido que podíamos parar para sacar fotos. Vi una madre con su hija yendo al templo con ofrendas y quise bajar a preguntar si podía sacarles una foto, cuando abrí la puerta y me quise bajar sentí que miles de clavos se me clavaban en la rodillas y el dolor todavía lo siento. Hice un esfuerzo porque no quería perder la foto pero no volví a bajar mas de la camioneta hasta el próximo destino.
Llegamos al volcán Batur, era la hora de almorzar y se había largado a llover, a esta altura lo único que deseaba era alguna pastilla milagrosa para que no me dolieran mas los huesos. El comedor era libre pero caro y según Pepe la comida no era muy buena, yo me tome una sopa de verduritas, con apio! hay pocas cosas que no me gustan en las comidas, pero una de esas es el apio, pero suponiendo que el apio es mágico y esperando que los Dioses del volcán me ayudaran a recuperar la salud me la tome diciendo “delicioso” tras cada cucharada esperando que se hiciera realidad.
Afortunadamente paro de llover y se fue despejando. El apio no fue milagroso y los Dioses no me curaron pero nos regalaron un hermoso arco iris sobre el lago y el volcán.
Seguimos viaje ya volviendo y tuve que pedirle a Suenden que me apagara el aire acondicionado, mi garganta pedía a gritos una pastilla de esas que duermen por un rato. Pasamos por Tegalalang, hermosas terrazas de arroz, y nos bajamos a hacer unas fotos pero tuve que pedirle que nos llevara de regreso, si bien el día estaba terminando de todas maneras yo ya no podía bajarme en ningún lugar mas.
El transito en la calle principal de Ubud era un caos peor que ayer, era casi imposible avanzar en el auto y Suenden nos pregunto si nos podía dejar ahí, no recuerdo cual era la razón pero ahí nos bajamos, nos quedaban unas diez cuadras hasta el hotel, pasamos por una farmacia donde me dieron unas pastillas naturales para la “gripe”. No me había dado cuenta que le farmacia era Naturista, de todas maneras me pareció mejor no tomar un medicamento porque ni siquiera podía explicar bien lo que me sucedía.
En el hotel tenía el botiquín que traje con remedios para todo. Para todo menos para la gripe, porque mi cerebro acotado me dijo que en un lugar donde hay 40 grados centígrados la gente no se engripa, pero ademas de lo absurdo del razonamiento tampoco calculé la humedad de 90% que me estaba matando.
Me sentía en una cinta de gimnasio, caminaba y caminaba y no llegábamos nunca al hotel, me pesaba todo así que Pepe llevaba las cámaras, la mochila y a mi del brazo para que no me cayera. Cuando al fin llegamos le pedimos a una de las chicas un té con limón, me tome esa pastilla con olor a comida de perro y me acosté a pedir un milagro para levantarme como nueva que 8.30 hs. Lopez nos viene a buscar.
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