Despedirse de Railay no fue fácil, es el último destino con playa de este viaje y vamos a extrañar el silencio soleado de las mañanas, caminar descalzos por la arena, descubrir las obras de arte de los minis cangrejos artistas, darnos un chapuzón rodeados de gigantes de piedra caliza y cielos azules.
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La parada del árbol
Ya sabíamos que para ir de Railay a Krabi teníamos que tomar un “barco”, pero el concepto de barco es muy amplio cuando estas en Tailandia y lo más probable es que se refieran a un long tail, el bote de cola larga como indica su traducción.
Una cosa que no sabíamos era que no existe “un lugar” donde ir a tomar el bote ni tampoco un “horario”, solo que había que ir a la parte este y e ir preguntando hasta dar con alguien que con el dedo te señale un punto como un árbol, una piedra, un rincón y ahí te quedás con todas tus valijas esperando hasta que otro alguien -que al menos habla inglés- te pregunte si estas “esperando el bote a Krabi” y entonces sabes que estas en el lugar correcto.
Cuando dije que no había horario es exactamente así, hay que esperar que se junte la suficiente cantidad de gente para llenar el bote y ese es el horario de partida. El mejor consejo es que si te espera un avión en el aeropuerto de Krabi salgas con mucha antelación, pagues por todos los “asientos” como si fuera un bote privado o como hicimos nosotros salir el día anterior al vuelo y dormir en Krabi para evitar apurones.
En la esquina del árbol ya éramos varios, además de nosotros, unas chicas mochileras y unos muchachos del tamaño de jugadores de rugby que no llevaban ningún equipaje. Un chico tailandés viene a cobrar los 150 THB (5 USD) a cada uno y ahí comienza el camino al estilo programa supermatch –los que tengan mas de 40 sabrán de que hablo-, caminar sobre un muelle flotante de barriles de plástico que se mueven, que se usa en muchas partes del mundo pero no son cómodos si llevas valijas gigantes cuyas ruedas se traban en las uniones.
Al lado mio, los muchachos australianos con pinta de jugadores de rugby, se ofrecieron a llevarme las valijas y me sentí Whitney Houston escoltada por cinco Kevin Costner. Levantaron mis valijas como si fueran bolsitas de papel y yo ya me los quería llevar para el resto del viaje.
Nadie ve que esta entrando agua?
Los cinco australianos que iban de fiesta a Krabi, las dos mochileras a las que le envidiábamos el poco equipaje con el que viajaban y nosotros, la familia numerosa de dos personas, cuatro valijas y dos mochilas, emprendimos la travesía.
El long tail arrancó con el clásico sonido de motor ahogado y escupiendo gasoil con ese aroma tan particular que no se condice con el paisaje, pero que es parte de él aunque no nos guste.
A los pocos minutos me di cuenta que de las juntas de las maderas y de los tornillos oxidados del bote entraba agua, según mis cálculos matemáticos podrían llevarnos al fondo del mar de Andamán en unos minutos y rogué ser tan mala en matemáticas como en física y que tardara más de veinte minutos que es lo que se tarda en llegar a Krabi.
Nadie más parecía estar preocupado, ni los choferes, que no se los veía sacando el agua que entraba ni los otros pasajeros que venían ocupados y divertidos. Mire a Pepe para buscar un cómplice en el miedo y al casi grito de “nadie ve que esta entrando agua?” solo me miro con una sonrisa que me decía “esto es aventura”, calcule que podía llegar a la costa nadando y le sugerí a Buda que igual no era necesario.
20 minutos después llegamos a Krabi sanos y salvos, con los pies un poco mojados. No había muelle, ni puerto, ni nada, solo una “parada”. Nos subieron, nos ayudaron con las valijas de nuevo los australianos. Nos despedimos todos, cada uno salió para su lado, el bote se fue, el lugar quedo vacío y ahí quedamos nosotros sin saber para dónde ir.
Los 200 metros más largos del mundo
En Tailandia si tenés cara de desorientado alguien va a venir en tu ayuda y así fue, un amable chico se nos acercó y nos ofreció un taxi. Soy desconfiada por naturaleza pero no teníamos muchas opciones, no había nada de nada, un estacionamiento con autos el chico y el río.
En el mapa el hotel estaba cerca, un par de cuadras y cuando nos dijo que nos cobraba 300 THB (10 dólares) nuestras caras de “es demasiado” alcanzaron para una improvisada explicación sobre las 30 cuadras que distaban del hotel y las vueltas que había que dar para llegar. No tenía manera de discutirle.
Nos preguntó de donde éramos, que hacíamos, cuanto nos quedábamos y ya me estaba resultando amable y me dieron ganas de preguntarle sobre su país. Deje deslizar que nos íbamos al día siguiente en avión a Bangkok y de ahí en mas no hubo hueco para preguntarle nada mas.
No paró de ofrecernos cada dos segundos llevarnos al aeropuerto, nos quería cobrar 400 THB y le teníamos que dar 200 THB ahora y 200 THB mañana cuando nos buscara. Supongo que nadie lo haría pero por si acaso, jamas den dinero por adelantado a un taxi, ni en Tailandia ni en ninguna parte del planeta.
Al parecer no aceptaba un No y decidió que le pagáramos todo mañana a las 7:30 hs cuando nos buscara. No hubo opción de un no, me resulto hasta un poco violenta la situación pero ya habíamos llegado al hotel.
Cuando nos dan un mapa en la recepción, me doy cuenta que el lugar donde nos dejó el bote de Railay estaba 200 mts del hotel!. Me subió una furia, treinta cuadras nos dijo! No me gusta que me estafen, mucho menos que me mientan. Nos había llevado por un recorrido probablemente en círculos por la zona para que parezca más lejos y el recepcionista hasta se disculpó con nosotros.
El hotel por llevarnos al aeropuerto nos cobraba 300 THB, lo mismo que por los “200 mts. del taxi”. A las 7Am nos íbamos con la gente del hotel y si el taxista aparecía 7:30 hs. estoy segura que va a entender porque no estamos ahí.
El mercado Nocturno de Krabi
En todas partes del mundo hay mercados y son los lugares que nunca faltan en mi lista de sitios a visitar, me parecen fascinantes, un resumen de la cultura y la idiosincrasia de un lugar, una manera de acercarse a la vida diaria, a lo cotidiano de quienes viven ahí.
En Krabi uno de los mas conocidos es el “walking street night market”, solo abre los fines de semana y es nocturno.
Caminar entre las tiendas de techo amarillo, con aroma a fatay mezclado con el coco de los panqueques tai, serpenteando entre colores brillantes de postres gelatinosos y cientos de comidas diferentes. Entre gritos de alegría en tailandés que se mezclan con los idiomas de los extranjeros visitantes.
Dulces con colores flúor, carnes y revueltos, pollos, helados hechos en tubos de acero y agua helada, una especie de sushi de colores y mucho mucho arroz.
No todo es comida en el mercado nocturno, tambien hay manicuras, venta de ropa, souvenirs, muñecos, etc.
Mucha gente, música por todos lados, un sector muy grande para comer lleno de mesas y un escenario enorme donde la gente se anota para cantar en el karaoke. Mientras cantan el público les va acercando dinero al escenario y se llevan unos bath mientras se divierten.
No había ni una silla vacía, se veían muchos turistas pero muchos locales también. Escuchamos una vocecita y en el escenario cantaba una nena que no tendría mas de 6 o 7 años, estaba hipnotizando a todo el publico, la gente iba hasta el escenario y le daba dinero, llego un momento en que no le daban las manos y una señora le alcanzó una bolsa para que pudiera poner la plata y seguir cantando, no podíamos dejar de escucharla.
Los aromas eran un poco fuertes, las comidas, el olor a cloaca que parece haber en varias partes de Tailandia -también nos había pasado en Phi Phi- los inciensos, las frutas.
Podríamos habernos quedado mucho más tiempo pero el sueño nos estaba aflojando las piernas y mañana nos espera Bangkok.
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