La noche fue interminable y lloraba del dolor de cuerpo que tenía, solo había paracetamol en el botiquín que habíamos traído así que fue lo único que tome pero nada, la fiebre me subía y Pepe se paso la noche poniéndome paños fríos porque yo no podía ni agarrarlos. Siempre que tengo fiebre me duelen mucho los huesos y los músculos pero jamas de esta manera.
A las 4 AM se largo a llover torrencialmente, creo que lo único que me funcionaba en ese momento era el oido así que trataba de concentrarme en la lluvia pero lo único que podía pensar era en que me iba a perder la excursión del día!
A las 7 AM cuando sentimos que ya había alguien en la recepción Pepe les pidió permiso para llamar al seguro medico y que me enviaran a algún lugar porque la fiebre no bajaba y el dolor aumentaba.
Allá fue el pobre con la traducción escrita en una libretita de lo que tenia que decir y entre su chapoteo de inglés y la amabilidad de la gente del hotel logro comunicarse con el seguro y nos enviaron a una clínica que estaba a 3 km.
En ese interin a las 8:20 hs. llego Suenden, a quien ya le habíamos enviado un mensaje diciéndole que no viniera, que me sentía mal pero que de todas formas íbamos a pagarle el día. Al parecer como ya estaba en camino decidió pasar igual. Aquí comienzan una serie de hechos bizarros que levantaron mi ánimo el resto del día.
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Suenden y su mujer
Suenden esta vez (y sin habernos preguntado) había venido con su mujer Ayu Armini (o algo similar) para que nos acompañara en la excursión todo el día simplemente porque tenía muchas ganas de conocerme. Sabrán los Dioses porqué, tal vez solo tenía ganas de pasar un domingo con su marido y ésta fué la única cosa que se les ocurrió decir.
De mas esta decir que yo estaba tirada en la cama en un estado deplorable, sin haberme bañado ni siquiera peinado después de una noche de fiebre y dolor. Cualquiera puede darse una idea de la imagen.
Sentí las voces de Suenden y Pepe que hablaban afuera de la habitación, en el parque y cada vez la escuchaba mas cerca y mas cerca hasta que la tuve literalmente frente a mi, así sin mas Suenden entro a la habitación con su mujer seguido de Pepe que por detrás me hacia caras como explicando que no los pudo retener y explicando en voz alta “Suenden quería verte y su mujer vino especialmente a conocerte”.
Se quedaron parados al borde de la cama cual velatorio de mi misma sin decir una palabra, fueron unos minutos incómodos hasta que trate de levantarme y Pepe les explico que teníamos que ir a una clínica. Le pago el día y Suenden se ofreció a llevarnos e insistió varias veces casi al punto de enojarse con nuestra negativa, así que terminamos por acceder.
En todo este momento que Pepe hablaba con Suenden, su mujer seguía en el borde de la cama mirándome fijo, sin decir una palabra. Era entre extraño e incomodo, no sabía si le daba lastima mi estado calamitoso, si se había tildado pensando en alguna cosa o si estaba haciéndome alguna bendición balinesa para curarme, en todo caso elegí pensar en la la ultima opción.
Me senté en la cama y pude ver mi imagen en un espejo que estaba en un escritorio delante y fue la peor imagen de mi misma que había visto, los pelos pegoteados y desorientados consecuencia de los paños fríos de toda la noche, las ojeras de panda resfriado que hablaban de una noche sin dormir y lo peor de todo, como anoche me sentía tan mal y no había podido ni revisar en la valija por un pijama, solo me había acostado con la remera que llevaba puesta y recuerdo que Pepe me había ayudado a sacarme todo lo que llevaba debajo.
Conclusión: estaba con una musculosa transparentosa que dejaba ver hasta las pecas. En un segundo pude ver como Pepe levantaba sus cejas indicándome que me tapara, Suenden que dio un giro estrepitoso para no ver y la mujer que salió de su letargo y dejo de mirarme fijo. Inmediatamente me tape con las sabanas y la escena volvió a ser la misma de antes. Al parecer ni Suenden ni su mujer iban a moverse para que me pudiera cambiar y tuvo que Pepe pedirles amablemente que esperaran afuera.
Nunca habií tardado tanto en vestirme ni los dedos podía doblar, caminar era sentir como cada uno mis huesos me decían “hola, aca estoy” “no te olvides de mi” y crujían. Cuando salimos de la habitación Suenden estaba hablando con el muchacho del hotel y al ver mi caminar cansino y encorvado me pregunto “Quiere que la lleve Señora Andrea” con su acento tan gracioso, tenia ganas de reírme de imaginar la escena de Suenden llevándome a cococho o vaya a saber como, pero me dolía hasta reírme.
En el camino a la clínica Suenden no paro de hablar un segundo contando de su vida sus hijos su mujer, que no hablaba una palabra de ingles, mucho menos de español así que todo era traducido por su marido. De verdad me hubiera encantado interactuar y preguntarle mas sobre sus vidas, eran muy amables y no tenia porque llevarme así que estoy muy agradecida a pesar de lo gracioso de toda la situación.
Suenden mi guardaespaldas
Al llegar a la clínica pensé que nos iba a dejar ahí. Me despedí y Suenden me miro con cara de extrañado diciendo “No no , yo espero señora, yo espero por usted”. Claro que con “esperar” no se refería a quedarse en la camioneta. En un minuto estábamos los cuatro en la recepción.
Suenden se hizo cargo de la situación y hablando en Indonesio le explicó a la recepcionista la situación. Me pidió el pasaporte, hizo todo el tramite y me dijo que esperara a que me llamaran. En ese momento agradecí profundamente que me hubiera acompañado.
La clínica se llamaba Toya Medika Clinic, era muy chiquita, parecía mas bien un consultorio y me sorprendió que fuera la clínica mas importante de la zona, según nos explico Suenden.
Su mujer seguía mirándome fijo con una sonrisa, como si quisiera preguntarme cosas que no podía, era muy simpática pero me resultaba un poco extraño e intimidante y por momentos gracioso. Se había sentado al lado mío hasta que el marido termino los tramites y la hizo correr para sentarse él. Con Pepe nos mirábamos y hacíamos fuerza para no reir de toda esa situación.
Suenden no paraba de hablar ni un segundo, “Sra. Andrea tal cosa, Sr. José tal otra” mientras su mujer asentía a todo con una sonrisa. Mi cabeza estaba por explotar del dolor, agradecí cuando una enfermera con un tensiómetro en la mano dijo mi apellido, me pare muy despacio camine los cuatro metros que me distanciaban de la camilla, Pepe se paro detrás mío como para acompañarme y….Suenden tambien!!!
Vino conmigo hasta la camilla y no se que le dijo a la enfermera en su idioma, se quedó parado al lado mío hasta que me tomo la presión. A esta altura mas que un guía parecía mi guardaespaldas!. No se me separaba a mas de un metro, incluso se ponía por delante de Pepe que me miraba con cara de no poder hacer nada. Afortunadamente la presión estaba bien y me mandaron al asiendo de nuevo a disfrutar un momento mas del monólogo de Suenden.
Suenden: el traductor trucho
Cuando el médico me llama por la única puerta que había, me levanté lo mas rápido que pude. El consultorio era muy muy chiquito, con un escritorio, dos sillas y una camilla que casi no cabía. Me estaba sentando y sentí un murmullo, al darme vuelta me di cuenta que dentro del cubículo estábamos TODOS otra vez!! Pepe, Yo, Suenden y su MUJER! Me senté en una de las sillas y al lado mío se sentó…no, Pepe no, Suenden!!!
Empezó a hablar con el médico, seguramente explicándole que era el guía y bla bla bla, yo en español le decía lo que me pasaba y él traducía todo. Me hizo recostar en la camilla y ante los ocho ojos que me miraban mas la verborragia de Suenden, el médico me revisó casi sin poder moverse pero nadie salió de la habitación.
Según la traducción de Suenden me tenían que sacar sangre así que ni me levante de la camilla, Pepe logró acercarse a mi y me preguntó si estaba bien con una risa contenida y mis ojos estaban llenos de carcajadas entre los dolores que tenía, pero no podíamos ni hacer un gesto porque la mujer de Suenden nos seguía mirando fijo y siempre con una sonrisa.
Suenden empezó a reír con el medico, hablaban como si fueran amigos, se pararon y se dieron la mano, todo en indonesio por supuesto. Se dió vuelta y nos contó que efectivamente el médico resultaba ser un amigo de la infancia que no había reconocido y ahí mismo mientras yo estaba desarmada en al camilla, Pepe en un rincón como en penitencia y la mujer de Suenden vigilándome, los amigos se empezaron a poner al día de los años perdidos.
Unos minutos después llegó la enfermera a sacarme sangre y ya éramos seis en una habitación de 2×2. Me quede recostada esperando hasta que Suenden me dio el “ok” para levantarme, quiero creer que por orden de su “amigo” el médico.
El doctor me dió unas recetas con medicamentos que me iban a entregar en recepción con todas las indicaciones y que por la tarde iban a llamar al hotel para darme el resultado del análisis. Al parecer sospechaban que podía tener dengue. Solo me había picado un mosquito desde que llegamos y si justo ese tenia dengue ya podría declararme la viajera con mas mala suerte de Bali.
Si daba positivo me iban a buscar en ambulancia y me tenían que internar. Se imaginaran mi cara ante tal posibilidad! Pensé que Suenden me estaba haciendo una broma o que me había traducido mal y quiso decir que por suerte no me iban a tener que internar ni buscar en ambulancia. La seriedad de su cara me dijo que era verdad.
Cuando nos paramos para salir del consultorio, le dí la mano al médico agradeciéndole en inglés, suponiendo que hablaba y el amoroso Dr. Me dijo “espero que se mejore señora”, así, como lo leen, en un español hermoso y perfecto, mis ojos se abrieron, lo miré Pepe y lo miré a Suenden que me dijo “Ah, si Sra. Andrea el Dr. Habla español” con sorpresa pregunté porqué habíamos hecho la consulta en indonesio y su respuesta riendo fue “Ah, no se Sra. Andrea” nos largamos a reír todos y agradeciendo en español me fui a retirar mis remedios.
Para mi sorpresa me entregaron cuatro paquetitos de medicamentos, uno para el dolor, una para la fiebre, un antibiótico y un expectorante porque a esta altura ya estaba con catarro también. Todo en bolsitas individuales con etiquetas impresas con sus indicaciones, una maravilla y no tuve que poner ni un centavo. Moraleja para viajeros “NO VIAJAR SIN SEGURO MEDICO”, me hubiera costado una fortuna.
Suenden nos acerco al hotel y nos despedimos como viejos amigos agradeciéndole toda su atención y todas las sonrisas de su mujer con la que de verdad me quedé con ganas de hablar y preguntar de su vida pero sobre todo preguntarle porque me miraba tanto.
La calidez que cura
En el hotel me recibieron todos en la puerta, me preguntaban si estaba bien, una calidez que ya con eso me hacían sentir mejor. Me trajeron un té con miel y limón a la habitación y vi entre las cortinas que la dueña del hotel, esa mujer tan amable colocaba una cesta chiquita humeante en la entrada de la habitación, no se si era alguna bendición para mi salud o alguna otra cosa pero me pareció algo así y me emocionó.
Me recosté y dormí una larga siesta, Pepe me despertó para avisarme que habían llamado de la clínica para decir que el análisis había dado negativo pero que había que repetirlo en cuatro días para confirmarlo. Ya no íbamos a estar en Bali pero yo estaba segura que solo era una gripe que como me había dicho el medico era probable que me hubiera contagiado en el avión.
Por la noche la gente del hotel me trajo una cena, a pesar de que ellos no hacen comidas, solo desayunos, prepararon un Nasi Goreng delicioso para mi porque estaba enferma, me trajeron otro té con miel y limón y no nos quisieron cobrar ni las llamadas telefónicas. Esos gestos tan maravillosos curan el alma.
Ya un poco mejor me acoste a dormir esperando que la noche y las ofrendas ayudaran y me levantara renovada.
HOTEL: Nyoman Sandi Guest House.
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