Hoy nos entregaron el auto de alquiler y nuestra primera parada va a ser de ida y vuelta a Viñales. No teníamos muchas referencias del lugar más que haber visto un par de fotos increíbles en internet y decidimos dejarnos sorprender.
Después del desayuno nos subimos al auto y atravesamos La Habana. Me encanta viajar en auto y tener la posibilidad de alquilar uno en Cuba me pareció una opción excelente, es barato comparado con otros países y te da una autonomía para poder ir a donde quieras y cuando quieras. OJO! No hablo de alquilarlo para recorrer La Habana, esto no tiene sentido, a La Habana hay que caminarla! además en esta ciudad no existen las leyes de tránsito y eso dificulta bastante al extranjero para andar por sus calles con las leyes propias que cada cubano quiera cumplir, o no.
Fuimos por el Malecón que siempre es una vista maravillosa, de un lado el mar y la gente caminando, pescando o sentada charlando en el paredón y del otro lado los edificios coloridos algunos coloniales otros un poco mas modernos pero no tanto. Para salir de la Habana hacia el norte pasamos por el barrio Miramar, zona que contrasta con la Habana que veníamos conociendo. En este barrio se encuentran las mansiones donde vivía la clase alta cubana hasta la Revolución y hoy son las sedes de las embajadas de diferentes países.
Un encuentro con Jesús de Viñales
No habíamos todavía terminado de salir de La Habana que empezamos a ver gente haciendo dedo (autostop), algo había leído que era bastante común que para trasladarse de un pueblo al otro usaran este sistema. Empezamos a deliberar sobre si levantar a alguien o no y claro que yo optaba por un no y Pepe por un si, mi argumento era que no sabíamos ni hasta donde íbamos nosotros, que yo soy muy introvertida y no doy charla, que no sabíamos quien era y el auto no era nuestro y todo argumento imaginable para no decir que mi cabeza peliculera estaba dale que dale imaginando que nos podían secuestrar, descuartizar o vaya a saber que atrocidades de películas de terror.
Al siguiente semáforo en rojo, un muchacho se acerca a la ventanilla y nos pregunta si lo podemos llevar. No se ni como ni porque Pepe le dijo que si y en un segundo lo teníamos a Jesus sentado como un amigo de toda la vida contándonos que iba a su casa, que trabajaba en una cooperativa de trabajo (de las verdaderas, no las que te “venden” en La Habana vieja), que había ido a ver a su hermana y ahora se volvía a su casa en Pinar del Rio muy poquito antes de Viñales que era nuestro destino.
Nos fue contando como era su vida en Cuba y lo que opinaba de todo. El se consideraba afortunado porque era coordinador de una cooperativa, había tenido la oportunidad de viajar por el mundo con el tabaco y era feliz, así hablaba él, que jamás se le ocurriría irse de Cuba, amaba su país y estaba orgulloso. Cuando le dijimos que éramos Argentinos se hizo un silencio y luego dijo “El che Guevara” y pasando el brazo entre medio de nuestros asientos, nos muestra todos los pelos parados y nos dice con voz entrecortada “se me pone la piel de gallo” lo miramos por el espejo y pudimos ver que tenia los ojos llorosos y ahí comenzó una amistad que duraría horas entre Pepe y Jesús. Se despacharon a gusto hablando del Che, de Fidel, de la Revolución y ya nos lo queríamos quedar para todo el viaje.
Nos contó del negocio de las mentiras en la Habana Vieja y de cuanto mal le hacia a Cuba esa gente, que si uno se alejaba un poco de ahí veía que la vida era otra cosa. En su opinión los que viven en esa zona es solo para vivir del turista y no trabajar, que en Cuba hay trabajo para todos y que como en todos lados hay vagos que no quieren trabajar y que claro la propina del turista es plata fácil y mas valiosa. Era una opinión valida y nos sorprendió la sinceridad con la que hablaba.
Una parada antes de Viñales
Nos preguntó si queríamos conocer la cooperativa donde él trabajaba y no dudamos en decir que si. Un rato antes de llegar a Viñales entramos en un camino y llegamos a una plantación de tabaco, nos llevo por el campo y nos contó como es todo el proceso desde la siembra a la cosecha y como se hacen los habanos, nos presento a la familia que vive y trabaja ahi, vimos como dos hermanos cortaban las hojas de tabaco y las apilaban en un carro tirado por bueyes, nada de tractores ni maquinarias sofisticadas, pura tracción a sangre. Entramos a los secaderos donde mujeres enhebran las hojas y las cuelgan para que durante meses se sequen colgadas y finalmente otras mujeres las enrollan y las convierten en habanos.
Nos invitaron a entrar en la casa de la familia, una casita modesta pero encantadora como su gente, un niño de unos 8 años miraba dibujitos animados en un viejo televisor blanco y negro, se noto que no estaban muy acostumbrados a recibir gente y en principio sentimos que estábamos invadiendo la privacidad de una familia, parecía que no les gustaba hablar mucho sin embargo en unos segundos nos ofrecieron café, Jesus nos trajo un habano para que probáramos y por supuesto era imposible decirle que no! Así que tuve que fumar unas dos o tres veces suficiente para la experiencia!. La señora de la casa se animó a hablar unas palabras y el niño nos preguntó por Maradona cuando escucho que éramos de Argentina. Jesus quiso que nos sacáramos unas fotos.
Luego de la explicación de cómo llegar hasta Viñales salieron todos a afuera a despedirnos, hasta los gallos pavos y el perro!. Los vimos alejarse por el espejo retrovisor y nos quedamos callados unos segundos. Había sido una experiencia que no habíamos imaginado vivir en Cuba.
Deja una respuesta