Cuba, Cuba, Cuba, creo que todo el que viajó a este país coincide en una frase, “Es un viaje en el tiempo”. Yo iba más o menos preparada, había leído bastante sobre la Revolución Cubana y su situación actual pero sabía que estar ahí iba a darme una idea más clara entre todas las contradicciones y opiniones diversas que hay sobre la isla fuera de ella.
Para mi significaba mi primer viaje en avión, lo que conllevaba una gran cantidad de interrogantes entre si el despegue es tan terrible como habían dicho y la parte más peligrosa junto con el aterrizaje, hasta si la comida de avión era tan fea como me la habían pintado. Para Pepe era un pendiente de muchos años, siempre lo escuchaba hablar de “algún día voy a ir a Cuba” o “el día que vaya a Cuba”.
En los 40 minutos de taxi que tardamos en llegar a Ezeiza me agarró esa extraña sensación de haberme olvidado algo, repase una y otra vez la lista de lo que tenia que llevar, soy de hacer listas para todo, así que para un viaje la lista es bastante larga y además la llevo por triplicado, no tengo una explicación sensata de porque por triplicado pero así me sale sin pensar.
Repasarla en el taxi no tiene ningún sentido, como si fuera remotamente probable volver 30 kilómetros para buscar un dentífrico o el saquito azul que deje arriba de la cama. A pesar de saber esto es imposible para mi no repasar la lista, tal vez si recuerdo lo que me olvidé y lo expreso públicamente, incluso con el taxista, con gestos de bronca y al grito de “Ayy no!! Me olvide tal cosa!, no lo puedo creer”, tal vez esa expresión logre que deje en el auto esa angustia y no que me persiga todo el viaje por haberme olvidado algo que “estaba” en la lista, aunque no lo vaya a necesitar.
El Aeropuerto es un mundo en si mismo, la primera vez que uno va a viajar en avión la emoción te lleva a hacer cosas como copiar instintivamente a la gente y por ejemplo, correr a buscar un carrito para las valijas cuando tu equipaje es una sola valija con sus cuatro rueditas en perfecto estado que hacen que sea mucho más cómodo que arrastrar el armatoste valijero para familia numerosa que carga 4 valijas por lo menos.
No importa, aunque se vea ridícula tu valijita en el carro, ahí vas chocha como gran viajera hacia la puerta corrediza de entrada, con una alegría y la seguridad de quien dio la vuelta al mundo mil veces, seguridad que queda del lado de afuera ni bien traspasas la puerta y es como si te hubieran teletransportado y estuvieras en medio oriente perdida.
No entendés los carteles, no sabes si a la izquierda o a la derecha, intentas mirar que hace la gente, pero la gente va para cualquier lado, literalmente, hay filas por todas partes, ventanillas de aerolíneas que no tenias idea que existían en tu país y carteles que indican tanta cantidad de cosas que ni siquiera podes ver el clásico cartelito indicando el baño.
Ahí es donde deberías recordar inmediatamente que todavía estás en Argentina, que hablas el idioma perfectamente y que es probable que si hay un mostrador con un cartel gigante que dice “informes” ahí deberías ir.
Afortunadamente Pepe ya tenía varios vuelos en su catálogo y esto del aeropuerto lo hacía con ojos cerrados, pude obviar la cola de “informes” y él fue mi gps aeroportuario, que ahora puedo decir no es nada del otro mundo, mas bien es muy fácil: declarar todo lo electrónico, despachar valijas, pasar por la puerta de embarque, mirar de reojo el freeshop (que de free no tiene nada) y pasar la puerta que te lleva a la manga del avión.
Cuando cruce la manga del avión ya me parecía que estaba camino a la luna y por más siglo XXI que estemos todavía me sigue asombrando que estas “cosas” vuelen con todos nosotros adentro. El primer vuelo es como el primer amor o el primer beso: nervios, cosquillas en la panza, dudas si va a estar bueno o no, muchas expectativas y no importa como sea, no te lo olvidas mas.
Lo primero que vi fue que teníamos pantallas individuales en los asientos, esto en ese momento me llamó más la atención que el detalle de la distancia entre asientos cosa que más tarde resultaría un poco molesta hasta para mí con mi metro cincuenta.
Esto de la pantalla me parecía una genialidad, en un vuelo de 9 hs. con lo fácil que me aburro de todo y lo inquieta que soy pasaba a ser hasta ahora lo mejor del vuelo.
Una vez ubicados y con la ansiedad que me acompaña a todos lados no podía parar de hablar y preguntar absolutamente cualquier boludez que se les pueda ocurrir, como un niño de cinco años.
No se cuantas preguntas surgieron a lo largo del tiempo entre los ingenieros que construyen aviones, pero de seguro yo las repase todas en treinta minutos, desde el sistema de ventilación que hacía posible que no nos faltara el aire, sin olvidar preguntar cómo se “limpia” para que no nos apestemos todos si viajamos con un engripado o que pasaba con el dióxido de carbono, hasta donde estaban exactamente escondidos los toboganes de emergencia, pasando por la observación de que yo no podría ser azafata porque debe ser indispensable medir mas de “x” metros para poder llegar a los maleteros (yo no llego) y pesar “x” kilos porque es complicado moverse ágilmente por los pasillos de unos 50 cm, con lo cual (en ese estado de ansiedad) pude concluir que es una carrera bastante discriminatoria.
Tampoco me faltó el “darme cuenta” que las fábricas de valijas seguro tenían un acuerdo con las aerolíneas porque las valijas de mano entraban perfectamente en los maleteros de arriba, mas adelante me daría cuenta que esto “no es tan asi”, no “todas” las valijas entran.
La voz del capitán ya te parece como si el mismísimo George Clooney estuviera en la cabina pero con el poder “real” de levantar con una palanca y una mano 500 toneladas. Se lo escucha decir “Señores pasajeros, les habla el capitán….” y ahí te das cuenta que no hay marcha atrás y en el momento que estas pensando “quiero salir de acá” la azafata te lee la mente y te señala la cintura “Señorita colóquese el cinturón por favor”, ahora si no hay marcha atrás.
El avión se empieza a desplazar y vez como la pista se empieza a mover lentamente hacia atrás mientras las azafatas hacen la “danza de la emergencia” y yo necesito concentrarme en eso por dos razones, primero porque “si hay una emergencia y hay que hacer todo esto es necesario saberlo porque…” absurdo!, es probable que en el estado de shock no recuerde ni para que es un salvavidas, en segundo lugar porque quiero olvidarme que este aparato se está moviendo y estamos a punto de despegar, así que la observo entretenida como si fuera Moria Casan en el Maipo, brazos arriba, brazos a los costados, me pongo el chaleco, tironeo la máscara de oxigeno, “Mascara de oxigeno!!! Por Dios debe ser horrible morir ahogado, no Andrea no pienses en eso…”, vuelvo a concentrarme, pero la coreografía está terminada! La azafata desaparece y nosotros todavía estamos en la pista?.
No puedo evitar hacer los comentarios más obvios y boludos “Vamos a ir por tierra hasta Cuba que no despega?”, “Cuantos kilómetros tiene esta pista que….” no termine la brillante pregunta que un ruido de película y una aceleración que pego mi cabeza de un golpe en el asiento y mi estómago a mi espalda, me dejaron muda, apreté la mano de Pepe casi a modo de mensaje final “Te quiero mucho gracias por todo” y se me vino a la cabeza la imagen de la película Apollo 13 en el momento que despega el cohete y Tom Hanks, Kevin Bacon y Bill Paxton tienen sus cabezas pegadas al asiento, igual que yo!.
Unos segundos después un vacío en el estomago y la ciudad de Buenos Aires era una maqueta. Estaba volando! Pepe me miro y me pregunto si estaba bien soltándome la mano transpirada y yo por primera vez desde que salimos de casa me había quedado sin palabras y tenía los ojos llenos de lágrimas, Pepe me miro fijo con cara de asombro y me dijo “Estas llorando?” y nos largamos a reír a carcajadas, era bizarro!! La boluda se había emocionado y el viaje a Cuba estaba empezando!
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