Nos levantamos a desayunar y la verdad que para nosotros que no tenemos costumbre de grandes desayunos era casi un desperdicio, hoteles que te ofrecen comidas elaboradas a las 7 am y ves la gente comiendo salchichas con huevos fritos, una ensalada, un yogurt con frutas y cereales y unas facturas con jugo de naranja y café todo junto en no mas de 30 minutos, los miraba y los envidiaba, antes de irme voy a desayunar algo mas que un café con leche con medialunas o tostadas, pero en vista de la caminata que nos esperaba no era una buena idea.
Sospechoso reconocimiento en medio de La Habana
Salimos mapa en mano otra vez, esquivando las ofertas de coco taxi y autos antiguos.
Ibamos a empezar en la famosa peatonal Obispo, un hormiguero de gente y de jineteros un poco molestos pero ayer habíamos aprendido un poco….o eso creíamos. No habíamos caminado ni una cuadra por Obispo que ya se nos habían acercado unos 10 hombres a ofrecernos tabaco, “hoy por única vez se les permitía a las cooperativas de tabaco vender a la gente a precio promocional, muy muy barato, pero solo por hoy”….el verso lo escuchamos una y otra vez y la respuesta era la misma una y otra vez “no gracias”.

Calle Obispo
Se nos acerca un cubano grandote, muy grandote, yo ya me veía venir lo mismo y tenia el “no gracias” en la punta de la lengua cuando me dice “Argentina, tu llegaste ayer a las 12.30 al aeropuerto me acuerdo de ti, tenias un saco verde” no se porque frenamos, nos miramos con Pepe y fue una situación extraña.
Efectivamente era el horario y yo tenia un saco verde, el cubano siguió “Soy guardia del aeropuerto, ayer estaba ahí trabajando”, francamente no sabia que decir, probablemente en otro país hubiera salido corriendo, me hubiera sentido observada, perseguida, pero estábamos en Cuba, que podía pasar?, le dije “Ah, mira vos que bien….” Y seguimos caminando, pero…ahí empezó la verdadera historia.
El chico no paraba de seguirnos muy interesado en saber como la estábamos pasando hasta que dijo la frase mágica “No quieren comprar habano del bueno, del que fumaba el che, hoy es el día de la cooperativa….bla bla bla” yo ya ni ganas tenía de decirle “no gracias”, pero Pepe que tiene mucha paciencia, seguía explicándole que no estábamos interesados, hasta que se nos puso de frente cortándonos el paso y con cara de pollito mojado morocho de dos metros, saco su billetera y mostrándonos una foto de dos niños nos tiro un “Por favor se los pido, tengo que alimentar a mi familia, ellos son mis hijos, un habano no mas, es aquí en la otra cuadra”.
No se que fue lo que nos impactó, si la historia, la foto de los niños, los dos metros intimidantes, pero sabíamos perfectamente que lo de las cooperativas era una mentira sin embargo accedimos. Lo que en otro lugar podría haber resultado con mal final acá simplemente fue un momento poco agradable.
A no mas de dos cuadras de la peatonal mas transitada de La Habana nos encontramos caminando en una calle como si fuera el interior mismo, solo gente local, entramos en un edificio por llamarlo de alguna manera que daba miedo pisar una escalera. Dicen que las casas en Cuba no se caen, que cuando hay algún peligro mudan a las familias a lugares mas seguros pero a simple vista no parecía cierto, los cables de tensión y televisión y vaya a saber de que mas colgaban como guirnaldas en plena fiesta.
Subimos un piso y llegamos a un patio donde una señora lavaba la ropa en un fuentón, nos metieron en una habitación que aparentemente era una casa, en una mesa redonda estaba lleno de habanos, tabaco, cigarros, etc, yo tenia ganas de salir corriendo, me sentía como en una película policial y en unos minutos caía la policía a llevarnos presos por contrabando de tabaco.

La «cooperativa» de tabaco

El patio de la casa de Tabacos
Todo era sospechoso, adentro había dos niños mirando televisión en blanco y negro y alrededor de la mesa una cubana y un cubano grandote como el que nos estaba llevando nos mostraban una y otra vez cajas y cajas que no eran nada baratas y nosotros ni por asomo íbamos a pagar nada de eso.
Insistían, ya no con tanta buena onda y yo me estaba poniendo nerviosa, le decía a Pepe que no compremos, que nos fuéramos, pero él accedió a comprar una cajita de cigarros, tal vez era mejor esa opción que no comprar nada, tal vez ni nos dejaban salir si no comprábamos! Le pagó esa cajita pero no estaban nada contentos e insistían una y otra vez con que lleváramos mas, yo me empecé a sentir mal, le dije a Pepe “vamos por favor” y sin mas y escuchando las insistencias e improperios detrás nuestro nos fuimos sin mirar atrás, no hablamos hasta llegar a la calle Obispo y no se si por nervios o alivio nos empezamos a reír, no había sido nada gracioso pero sin duda toda una experiencia.

La oferta
Mas allá del turismo, otra cosa que hacer en La Habana
Seguimos caminando por la peatonal que a pesar de ser interesante está demasiado concurrida y nos metimos en alguna perpendicular. Decidimos caminar hacia adentro de la habana vieja, nos empezamos a perder por las calles y a observar como era la vida fuera del área típicamente turística, vimos los vendedores ambulantes de ajo, de frutas y verduras que van por la calle o golpean las puertas, los “mercados de abasto” donde comprar huevos por peso, algunos vecinos con una mesa y una silla que venden aceite, arroz, etc. Aquí no hay grandes almacenes o supermercados.
Una cosa que nos llamo la atención fue el “Comité de defensa de la revolución “ algo que nos enteramos mas tarde que es algo así como una organización barrial en defensa del socialismo. Hay uno por cuadra y a su vez se agrupan por zonas, por provincias, etc. Se encargan de las necesidades del vecino; mantenimiento de edificios, los residuos, la vigilancia nocturna en las calles, limpieza, campañas de vacunación y prevención, etc. Es muy interesante la forma en que se organizan y respetan esta orgánica de trabajo, me hubiera gustado poder indagar mas de cerca pero el tiempo se nos estaba haciendo muy corto!
De alguna manera terminamos en el Hotel Mercure Sevilla, que estaba detrás de nuestro hotel y que tiene toda una historia y esos patios Andaluces que son una delicia, seguimos caminando para ir al Museo de la Revolución, algo a lo que Pepe le tenía muchas ganas así que un par de horas se nos iban a ir seguro.
Desde el Museo de la Revolución hasta conseguir un helado
El museo de la Revolución fue el palacio presidencial hasta Batista y en 1974 se convirtió en el museo de hoy día. Lo primero que llama la atención son los impactos de bala que quedaron como parte del recuerdo en el mármol de los sucesos de 1957. Tiene mas de 30 salas de exposición en donde van contando las diferentes etapas de la historia cubana.

Museo de la revolución
Detrás está el memorial Granma, la embarcación que usaron Fidel Castro, el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y unas 80 personas mas en el desembarco que dio comienzo a la revolución Cubana.
(Para leer mas sobre el Museo de la Revolución aquí)
Salimos con tanta información en la cabeza y tan llenos de la historia cubana que bien valió la pena pagar la entrada. Afuera nos esperaba un viento tremendo, pero no nos detuvo, seguimos caminando por la Av. Bélgica hasta el Parque Mártires del 71, el viento era importante! Volaba polvo por todas partes, afortunadamente llegamos al Palacio de la Artesanía, una casona antigua de estilo barroco con un patio central donde hay grupos de música cubana en vivo y unas mesitas para tomar algún trago. Esta pintada de celeste con un clásico balcón corrido, tejados y barandas de madera torneada que da hacia el patio, alrededor en las galerías se encuentran los locales donde se puede comprar ron, joyería, souvenir, instrumentos musicales, ropa, etc.
Continuamos el camino y nos llamo mucho la atención el cuartel de policía, instalado en un fuerte impresionante donde en 1708 estuvo el bastión de San Telmo y luego fue construido el fuerte en 1939. Justo al lado están los restos de la muralla de la Habana.
Caminando por la calle Empedrado llegamos a la Plaza de la Catedral, se siente como si hubiéramos llegado a la época colonial. Rodeada de edificios de estilo barroco del siglo XVIII, como el Palacio de los marqueses de Aguas Claras, el Palacio del Conde Lombillo, el Palacio del Marqués de Arcos, el Palacio de los Condes de casa Bayona y por supuesto la Catedral. En esta plaza hay varios personajes que se las rebuscan, vendiendo marionetas, leyendo las cartas y otros simplemente vistiéndose de época o con alguna cosa particular que te ofrecen posar para la foto por un CUC.
La Catedral estaba cerrada y terminamos tomando un café en el barcito de la plaza y disfrutando un rato de la vista mientras descansábamos del viento. Como había ya pasado la hora del almuerzo, se nos acercaron varias personas con menú en mano a ofrecernos la cena en diferentes “paladares”. Los paladares son restaurantes privados generalmente casas de familia que están habilitadas por el gobierno para atender a pocos comensales, dicen que en la mayoría se come de maravilla, nosotros no tuvimos la oportunidad, otra de las cosas que nos queda pendiente para el próximo viaje y la verdad que a juzgar por las fotos y los menúes que nos mostraban parecían manjares!.
Casi pegada a la Catedral por la calle Empedrado nos topamos con la famosa Bodeguita del Medio donde Ernest Hemingway escribía mientras se tomaba los clásicos mojitos y donde también dejaron su huella Pablo Neruda, Salvador Allende, etc. Un periodista una vez tuvo la idea de que los personajes que por ahí pasaran dejaran un grafitti, una foto o simplemente la firma en las paredes del lugar, hoy día no cabe ni un punto, tanto en el interior como en el exterior esta repleto de firmas, mensajes, dibujos de cada persona que pasa por ahí, esto le dio tanta fama entre los turistas que es prácticamente imposible entrar, el lugar no es muy grande y cuando entramos con la intensión de conocer nos dimos cuenta que no iba a ser el día, sonaba una banda en vivo cantando “Hasta siempre comandante” lo cual le daba al lugar mas magia de la que ya tiene, pero solo pudimos dar la vuelta y salir a la calle de nuevo y por no ser menos también dejamos nuestro trazo en las paredes de la Bodeguita del Medio.
Caminamos hasta la Plaza Vieja, otra plaza colonial pero con un ambiente mas cubano, si bien había algunos turistas lo que abundaban eran niños jugando a la pelota, locales charlando alrededor de la fuente. No nos detuvimos demasiado acá aunque me quede con las ganas de subir a la Cámara Oscura desde donde dicen se pueden ver imágenes preciosas de la Habana.
Caminamos por la calle Teniente Rey y a pesar de estar a nada mas que cuatro cuadras de la transitadísima calle Obispo donde se concentran los turistas, acá no había ni uno, solo cubanos en su dia a dia lo cual nos pareció una postal bien diferente, algo mas parecido a lo que yo quería encontrarme, una entramos a una especie de supermercado para comprar un helado cosa que no es fácil de encontrar, nos miraban como si fuéramos de otro planeta, es probable que la mayoría de los turistas no vayan por ahí y supongo que ese mercadito es mas bien para el cubano, de todas maneras nos atendieron muy bien y conseguimos el helado.
Con el último aliento del día
Salimos a la Av. Belgica y terminamos frente a la Real fábrica de Tabacos, la mas antigua de la Habana y que funciona actualmente con unos 500 empleados que fabrican los famosos Cohiba o los Montecristo que fumaba el Che Guevara (eso nos dijeron).

Real fabrica de Tabacos
A esta altura ya me temblaban las piernas de tanto caminar y necesitaba un descanso, estábamos cerca del hotel así que volvimos para darnos un baño reparador. Esta vez hice todo un esfuerzo por no quedarme dormida mientras Pepe se duchaba y a pesar que fue una gran pelea conmigo misma logre mantenerme con los ojos abiertos. Cuando bajamos preguntamos en la entrada donde podíamos comer algo que no fueran los restaurantes del hotel y nos dijeron que en la calle Obispo pero que nos apuráramos porque íbamos a encontrar todo cerrado. Eran las 21 hs. para nosotros era temprano para cenar, acostumbrados a que en lo cotidiano cenamos a las 22 hs. sin embargo en Cuba se cena muy temprano entre las 19 y 20 hs. cuando nosotros en Argentina estamos recién por los mates de la tarde.
Nos costó bastante encontrar un lugar abierto y al contrario de lo que yo creía que iba estar repleto de turistas porque la noche era espectacular por el clima, éramos solo unos pocos perdidos. Nos sentamos en una esquina y yo pedí un pollo en una salsa que no sabré jamás lo que era y Pepe una langosta que a mi me parecía que estaba viva y realmente me daba mucha impresión, la verdad el lugar fue olvidable pero estábamos tan cansados que comimos y en unos minutos estábamos en el hotel en el quinto sueño.
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